martes, septiembre 03, 2013

El abuelo que saltó por la ventana y se largó, divertida e inteligente novela

Las vacaciones, al menos en mi caso, son un momento propicio para saldar deudas con aquellos libros que por una u otra razón se han ido amontonando en la estantería de casa sin que vean llegar el momento en que el lector les va a hincar el diente.

No es cuestión de preferencias, ni de recelos; es simplemente que antes no fue posible. Este verano he conseguido dedicarles el tiempo que merecían a un par de libros que en próximas fechas iré reseñando aquí.

El primero que vamos a comentar seguramente la mayoría de personas con afición lectora ya lo habrán leído, porque ya tiene más de un añito y además pegó bastante fuerte entre determinado público. Cuatro millones de ejemplares vendidos y la venta de derechos a 35 países así lo corroboran. 

Se trata de El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson y he de decir que me lo he pasado muy bien leyéndolo. Incluso en alguna ocasión ha conseguido extraerme una carcajada en voz alta. Durante la mayoría del tiempo me acompaño una amplia sonrisa mientras lo leía.

En algunos momentos me recordó a la sana costumbre que tenía de leer La conjura de los necios todos los veranos. Es cierto que el grado surrealista de algunos personajes puede recordar al delicioso libro del malogrado John Kennedy Toole, pero lamentablemente la novela de Jonasson con ser buena no lo es tanto como el vendaval literario que es La conjura de los necios, ni todos los personajes son tan redondos, ni la estructura, con ser interesante en El abuelo que saltó por la ventana está tan lograda; ni la historia en general es tan épica.

Pero lo cierto es que no se trata de comparar más allá de lo necesario. Y esta novela tiene algunos aciertos que son más que de agradecer. Es una novela muy ágil, que juega inteligentemente con la historia, que plantea una historia cándida; pero en cuya propia condición de absurda reside buena parte de su encanto. Algunos pasajes y recursos como la estancia en Irán, la cena con Stalin, o el hermano de Einstein son directamente impagables. Otros personajes históricos como Truman o Franco, también juegan un divertido papel. La sucesión de topicos sobre la realidad sueca se convierten en munición de fondo.
El abuelo irreverente, viajero empedernido, dispuesto a sobrevivir a quien haga falta y sometido por si fuera poco a esterilización forzosa por causa de la política de eugenesia que tanto furor tuvo en los países nórdicos es un personaje de aúpa. A quien nadie puede sacar de sus casillas no se sabe si por su simplicidad o por su inteligencia natural.

En cualquier caso con altas dosis de absurdo y ternura, Jonasson ha conseguido escribir una novela brillante, inteligente y divertida. Si alguien todavía la tiene pendiente, aún tiene la suerte de poder disfrutarla como se merece.

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